En la última Guerra Mundial, América estuvo protegida por los dos grandes océanos. Hasta el 7 de diciembre de 1941, cuando la guerra llegó a nuestro hemisferio. Los evangélicos hemos vivido como si la guerra que se está perdiendo no fuera realmente nuestra guerra. ¡Pero es hora de despertar! ¡Es nuestra guerra! En América Latina padecemos de un profundo optimismo evangélico. Las tasas de crecimiento decenal continuaron sorprendiendo a todos durante al menos las últimas siete décadas. Tenemos tremendas dificultades para creer que a la iglesia no le está yendo bien.