Hace más de 20 años escuché un mensaje del Dr. Charles Stanley que recuerdo hasta hoy. No recuerdo todos los detalles, pero recuerdo muy bien los enunciados que comparto a continuación.
Generalmente leemos artículos que nos llevan paso a paso al éxito en distintas áreas. En este caso son siete pasos que llevan al fracaso, a la deserción, al punto de tirar la toalla, de dejar la fe, de dejar el ministerio. ¿No será que como líderes hemos llegado en algún momento de nuestra vida a este punto casi sin retorno?
Un fracaso como este sin duda lleva tiempo para consumarse, sin embargo, comienza con pequeños descuidos, pequeñas malas decisiones que nos van llevando cada vez más lejos a un punto sin retorno.
Los pasos comienzan pequeños para llegar a algo que nos destruye. Un gran incendio comienza en un pequeño fuego encendido y no apagado a tiempo.
1.DEJAR DE ORAR. Algo muy simple y común. Dejar poco a poco de tener intimidad con el Señor, a veces por simple descuido, o por muchos afanes, o por crisis no resuelta, o por comodidad. Todo comienza con alejarnos de su presencia, no anhelarla, no buscarla, no pagar el precio. Su voz en nuestro interior se va apagando, su Palabra ya no es nuestro alimento como antes, los afanes de la vida van tomando la nuestra poco a poco. Y lo que refuerza este enfriamiento es ser solitario y no tener acompañamiento y mentoreo. Esto nos lleva consecuentemente al siguiente paso.
2.LLEVAR CARGAS. Como dejamos de orar, de depender de Dios, de descansar en Él, de dejar nuestras cargas en Él, es lógico que comencemos a sentir el peso de las cargas. Jesús enseño que cada día tiene su afán. Si diariamente no echamos nuestras cargas sobre él, se van acumulando, y eso nos lleva a seguir avanzando en este camino a la deserción. Como pastores y líderes tenemos la tendencia no solo de llevar nuestras propias cargas, sino las de otros. Si no llevamos una vida de transparencia, de rendición de cuentas, de confesión con Dios y con nuestro grupo pastoral y mentor, vivimos cargados, y lógicamente nos lleva al siguiente paso.
3.CANSANCIO. Entramos en una corrida constante, sin tregua, llevando y cargando todo. Muchas veces pensamos que así debe ser. Que estamos sirviendo a Dios con esas cargas (que pasan a ser sobrecargas). Nos sacrificamos por la obra, y como no dejamos a Dios nuestras cargas, vivimos cansados. Ese cansancio multiplicado nos lleva lógicamente al siguiente paso.
4.FATIGA. La fatiga es el cansancio crónico. Comienza a afectar todas las áreas de nuestra vida. Al despertar para el nuevo día, seguimos cansados. Ya no es solo cansancio, sino fatiga. Nuestra vida emocional, física, relacional y ministerial son fuertemente afectadas. Si hemos llegado a este punto, aún hay tiempo de volver a Dios, de buscar ayuda y de hacer cambios profundos en nuestra vida. Clamemos a Dios, busquemos ayuda, rindámonos completamente a Él. Si no lo hacemos, pasamos lógicamente al siguiente paso.
5.DESILUSIÓN. Todo lo que hemos construido, todo lo que somos, todo lo que anhelábamos, se desvanece y experimentamos un desencantamiento. Ya nada tiene sentido, ya nada nos da ánimo, la tendencia es al profundo desánimo que en muchos casos termina en depresión y en sentimientos de fracaso. Eso nos lleva lógicamente al siguiente paso.
6.DUDA. Comenzamos a dudar de todo, si realmente fuimos llamados por Dios y si realmente valió la pena todo lo que vivimos. En muchos casos incluso ponemos en duda la misma existencia de Dios. Es el camino directo al último paso.
7.DESERCIÓN. Si nadie nos socorre, la puerta de salida es lo que queda. Cambiamos el camino estrecho que lleva a la vida por el camino ancho que nos aleja de Dios y de sus propósitos. Según las estadísticas, ha ido aumentando vertiginosamente aquellos que llegan a este punto, y es una de las causas de “desiglesiamiento” y de miles de personas que vuelven al mundo.
¿Comenzaste este camino? ¿En qué paso estas? ¿Cómo puedes regresar a tu Señor y volver a vivir? El avivamiento nos permite romper esta tendencia hacia la deserción, renovando nuestra pasión para Aquel que nos ama, que dio su vida por nosotros y que tiene propósitos eternos para nuestras vidas. Hoy, si oyes su voz, no es tarde para arrepentirse y buscar su presencia y poder. Y si no oyes su voz, todavía puedes pedir ayuda para otras personas cargarte hasta que vuelves a poder oír su voz. ¡Solito, no!
Munir Chiquíe
Dejar un comentario