La Hermandad de los Desvergonzados

En su libro ‘Words Aptly Spoken (Palabras bien dichas), Bob Moorehead cita las inspiradoras palabras de un hombre ruandés que, en 1980, fue obligado por su tribu a renunciar a Cristo o enfrentar una muerte inmediata. Se negó a renunciar a Cristo y fue asesinado en ese mismo momento.

La noche anterior había escrito un apasionado manifiesto que se encuentra en los siguientes párrafos. También se sabe que un estudiante cristiano, cuando fue desafiado por la firme ideología política de los comunistas, adoptó esto como su manifiesto de discipulado de Jesús.

Se llama «La Hermandad de los Desvergonzados». Se lee:

Yo soy parte de la «Hermandad de los Desvergonzados”

La suerte está echada. He cruzado la línea. La decisión ha sido tomada. Soy discípulo de Jesucristo. No miraré hacia atrás, no aflojaré, no reduciré la velocidad, no retrocederé, ni me quedaré quieto.

Mi pasado está redimido, mi presente tiene sentido y mi futuro está seguro.

Estoy acabado con la vida humilde, el caminar por lo que veo, de planes pequeños, de rodillas suaves, de sueños incoloros, de donaciones mezquinas y de metas minúsculas.

Ya no necesito preeminencia, prosperidad, posición, ascensos, aplausos ni popularidad. Ahora vivo por la presencia, me apoyo en la fe, amo por la paciencia, me elevo por la oración y trabajo por el poder.

Mi paso está marcado, mi andar es rápido, mi meta es el Cielo, mi camino es angosto, mi sendero es difícil, mis compañeros pocos, mi Guía confiable, mi misión clara.

No vacilaré ante el sacrificio, no dudaré ante la adversidad, no negociaré en la mesa del enemigo, no reflexionaré en el charco de la popularidad ni vagaré en el laberinto de la mediocridad.

Soy discípulo de Jesucristo. Debo ir hasta que el Cielo regrese, dar hasta caer, predicar hasta que todos sepan y trabajar hasta que Él venga.

Y cuando Él venga a buscar lo suyo, no tendrá problema en reconocerme. Mis colores serán claros”.

Estas conmovedoras palabras me inspiran. Quizás ellas también te inspiren.

Que tengáis una bendecida peregrinación por delante.

Edmundo Chan

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