Este tema puede ser un poco incómodo, pero es la verdad dicha con amor. Quiero abordar una “espada de doble filo” en el liderazgo. La Ambición.
Comencemos con una pregunta básica: “¿La ambición es buena o mala?”
La respuesta es: si y no.
¿Por qué? Porque hay ambiciones buenas y ambiciones malas. O más precisamente, hay ambiciones saludables y no saludables.
La ambición, como el ego y el orgullo, es una palabra neutral. Así como hay ego saludable y ego no saludable, orgullo saludable y no saludable, ¡también hay ambición saludable y no saludable!
Si bien la ambición es neutral, eventualmente se vuelve negativa o positiva dependiendo de la manera en que se desarrolla, el contexto en el que opera y el fin hacia el que se dirige.
En esencia, la ambición es saludable cuando se desarrolla en la humildad de responder al llamado de liderazgo de Dios, se ejerce en el contexto de servir a los demás y se dirige hacia la causa del Reino de Dios.
Esa es una ambición saludable.
Un ejemplo de esto está en la vida y ministerio del apóstol Pablo. Pablo declaró: “Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno …” (Ro 15.20 RVR60).
Ambición saludable
¡Aquellos llamados y dotados para el liderazgo deberían aspirar a liderar! Así, Pablo le escribe a Timoteo: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado (ser líder), buena obra desea” (1Ti 3.1 RVR60).
El líder piadoso y saludablemente ambicioso, con una visión fuerte y un apetito saludable por el crecimiento (tanto personal como organizacional), es una verdadera bendición para la comunidad sagrada.
Entonces, si uno es llamado por Dios al liderazgo pero no abraza plenamente el llamado al liderazgo con una aspiración santa y una ambición saludable, ¡NO es algo bueno!
Esto NO es humildad. Es un lado oscuro del liderazgo. ¡Es llenar el puesto sin corazón!
Pero nota. Hay otro lado oscuro del liderazgo. El otro extremo. ¡De la “falta de ambición” a la “ambición no saludable”!
Escucha. ¡Incluso en la predicación del Evangelio puede aparecer una ambición no saludable! De esto, Pablo se lamenta: “Aquellos predican a Cristo por ambición personal y no por motivos puros, creyendo que así van a aumentar las angustias que sufro en mi prisión” (Fil 1.17 NVI).
La ambición se vuelve no saludables cuando no está verdaderamente dirigida hacia el santo llamado de Dios sino hacia el egocentrismo. Se llama ambición egoísta.
¿Cómo sabemos si tenemos ambiciones egoístas?
Una señal de ambición egoísta es la vanidad. Por lo tanto, Pablo exhorta: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos” (Fil 2.3 NVI).
Una advertencia más
Santiago nos advierte: “Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad” (Stg 3.14 RVR60).
En otras palabras, los líderes ambiciosos y no saludables suelen estar celosos del éxito de los demás. Son inseguramente competitivos, jactanciosos y mentirosos en sus palabras. Estos líderes poco saludables se vuelven “contra la verdad”. ¡No consiguen ver la condición de sus corazones y el impacto nocivo de su liderazgo “exitoso” pero egoístamente ambicioso!
Y Santiago no se detiene ahí.
Además, nos advierte: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Stg 3.16 RVR60).
En otras palabras, un liderazgo poco saludable, con relación a la inseguridad se infiltra y domina la ambición egoísta, a menudo resulta en una cultura tóxica dentro de la organización (¡sin importar cuán grande sea la organización!).
Entonces, entiendan esto. ¡Líderes, guarden su corazón!
Porque la ambición, ya sea saludable o no, está determinada en gran medida por el corazón.
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Pr 4.23 RVR60).
¡Recuerda lo que el Señor le dijo a Samuel cuando nombró a un hombre para el cargo más alto del país! Sobre la elección del futuro rey, Dios dijo: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1S 16.7 RVR60)
Guarda tu corazón, amigo mío, ¡y ten por delante una bendita peregrinación!
Edmund Chan, Singapur
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