A mayor altura, mayor velocidad del viento

¿Sabías que en las capas más bajas de la atmósfera, la fricción con la superficie terrestre reduce la velocidad del viento? En contraste, a mayor altura, mayor velocidad del viento. Aunque este aumento de la velocidad es muy poco perceptible en los primeros metros.

¡Lo mismo sucede con nuestra vida ministerial! Cuando Dios nos eleva a nuevas alturas (Je 12.5), generalmente ignoramos que esa nueva altura en nuestro crecimiento personal, o ministerial, traerá consigo mayor fuerza del viento. Surgirán nuevas luchas internas y externas contra las cuales tenemos que batallar.

Piensa sobre las tormentas de tu vida. Y en las batallas espirituales que surgen cuando andas con Dios en sus planes y propósitos. ¡Fácilmente nos desanimamos! Hasta podemos entrar en depresión por no comprender los planes maravillosos que Él quiere ejecutar a través de nosotros. El profeta Isaías experimentó eso cuando Dios lo llama para que sea luz para los gentiles y él responde con cuatro denuncias que reflejan su identidad de víctima (ver la nota sobre Is. 49.1-26 en la Biblia de Discipulado).

El Gran desafío de la Cumbre Latinoamericana de Discipuladores

Como movimiento de la Década de Hacer Discípulos enfrentamos un gran desafío: La Cumbre Latinoamericano de Discipuladores, del 25 al 28 de marzo del próximo año. Son “nuevas alturas”. Salimos de nuestra zona de confort para algo mucho mayor de lo que hasta hoy afrontamos. Experimentamos desafíos mucho mayores, batallas espirituales mucho más fuertes. Necesitamos estar preparados. ¿Cómo equiparnos para esto?

  1. Perseverar en pedir, buscar y llamar: es tiempo de perseverar en ir atrás de los líderes estratégicos claves, los que Dios está llamando. A través de cuyas vidas Él impactará toda una nación y un continente; y llamar a esas personas para sumarse a este desafío.
  2. Perseverar en fe. Este desafío, al cual fuimos llamados, depende de nuestra confianza en el poder de nuestro Dios. No lograremos la victoria con nuestras fuerzas, sino en el nombre poderoso de nuestro Dios (Zac 4.6)
  3. Confiar en el Dios que abre y cierra puertas (Ap 3.7-8). Nuestro papel es obedecer a Dios e invitar. No somos responsables por las formas que los líderes responden. Los que oyen la invitación de Dios se unirán. Si no se abren para esta invitación, vayamos adelante buscando a los que responderán.
  4. Disponernos en las manos de nuestro Dios. Tenemos un llamado. Necesitamos consagrarnos a ese llamado (Hch 21.13). D.L. Moody dijo: “El mundo aún no ha visto lo que Dios puede hacer con, en y por medio de un hombre totalmente entregado a Él. Con su ayuda, yo seré ese hombre”. A esto podemos agregar estas palabras de nuestro Dios: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman” (1Co 2.9 NTV).

Cerrando, te invito a:

  1. Identificar a qué nuevas alturas el Señor te está llevando.
  2. Identificar las batallas que conlleva este nuevo desafío y colocarse las armaduras de Dios para vencerlo.

Pedro Torres

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