“Yo te he glorificado en la tierra, he acabado la obra que me diste que hiciese.” (Jn 17.4).
Y tú, ¿sabes cuál es la obra Él te dio?”
Como embajador del Rey, ¿estás cumpliendo lo que Él te encomendó en la esfera donde Él te colocó como Su representante?
¿Eres Su mayordomo, encargado de cuidar de Su casa mientras Él está de viaje? ¿Eres el que recibió unos talentos para invertir? ¿Y que rendirá cuentas sobre esos talentos cuando Él vuelva?
Los judíos ortodoxos recitan la Shemá (Dt 6.5-6) dos veces al día, al inicio y al final del día, obedeciendo el llamado del v. 7 de repetirla al levantarse y al acostarse. Esta práctica es tan importante que si ves una película que incluye la muerte de un judío ortodoxo, notaras que sus últimas palabras serán la Shemá.
Mi mayor anhelo es que mis últimas palabras, al final del día y al final de mi vida, sean las de Juan 17.4. Quiero ser como Jesús.
Quiero decir la oración del discipulador (Jn 17), la que Él nos dejó como modelo.
¿Cuál fue la obra que Él completó? Los comentaristas difieren. Unos la identifican con la obra redentora en la cruz y Su grito ¡Consumado es! (Jn 19.30). Otros la relacionan con la obra de hacer discípulos. En verdad, él tenía dos obras que cumplir, una a través de su vida y la otra a través de su muerte. La primera: hacer discípulos; la segunda: la obra redentora (Jn 19.30). En Juan 17 el enfoque parece estar en la primera: su obra de hacer discípulos, el tema que él enfoca en el resto de esa oración.
Y tú, al final la jornada de ayer, ¿pudiste decir que completaste la obra que Él te dio? Y al final del día hoy, ¿podrás decirlo con la misma certeza? ¿Sabes quiénes son “aquellos que me distes” (Jn 17.6)? ¿Conoces a tus “ovejas” por nombre (Jn 10.3)? Haz una pausa ahora y escribe sus nombres.
Volvamos a la parábola de los talentos. Esas personas son tus talentos. Cuando te encuentres con Jesús en el cielo, Él te preguntará ¿Qué hiciste con mis talentos que te confié? Si los cuidaste bien y estás listo para devolverlos, ¡Él se disgustará profundamente (Mt 25!26-30)! Si los multiplicaste, dirá “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor.” (Mt 25.21, 23).
La oración Shemá, toma su nombre de la primera palabra de Dt 6.4 “¡Oye!” Que podamos ser personas marcadas por oír a Dios diariamente, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Y, en este momento, en este blog, el llamado es el mismo. ¡Quien tiene oídos que oiga!
¿Qué te gustaría que estuviera escrito en tu lápida?” Esta pregunta es un excelente ejercicio espiritual, que merece un retiro con Dios. Mi deseo es que diga: “Te glorifiqué en la tierra! ¡Acabé la obra que me diste!” Y si fuera posible, seguido por los nombres de las personas que discipulé. ¡Ohhh, guau!
David Kornfield
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