El retiro de líderes y colíderes del DPP/DHD en Bogotá, del 18 al 21 de octubre, está llegando. El pasaje bíblico sobre el regreso de los setenta es muy apropiado. Seremos cerca de 70 personas. El pasaje de Lc 10.17-24 destaca cuatro alegrías. Mi oración es que podamos vivenciarlas en Bogotá.
1. La alegría del poder y los resultados espirituales (v. 17). Muchos pastores no experimentan esto. Y los que lo hacen, como los setenta, suelen quedarse ahí. Esa alegría y el motivo de ella es impresionante. ¡Es una gran razón para celebrar 😊!
2. La alegría de la identidad eterna (v. 20). Esta deja a la anterior alegría pasajera en el polvo. ¡La alegría de saber quién eres en Dios y que nadie podrá quitártelo jamás! Esta alegría, que Jesús enfatiza, tiene que ver con nuestro ser, no con nuestro hacer; con nuestra identidad, no con nuestros resultados; con nuestra relación más que con nuestro ministerio. ¡Tiene que ver con la alegría del Padre 😊!
3. La alegría ungida proveniente de la revelación inmediata (vv. 21-22). La segunda alegría indicada arriba de la identidad eterna es un gozo continuo, permanente e interminable. Este tercer gozo es un desbordamiento del cielo a la tierra donde nuestro espíritu se une al Espíritu de Dios, experimentando la presencia y la perspectiva del Padre. Pasa de conocer verdades eternas a experimentarlas aquí y ahora. Es entrar en el corazón del Padre, en lo que le da placer o gozo. No cognitivamente, sino vivencialmente. En las palabras de A.W. Tozer, es confrontar la tierra con el cielo y hacer que la eternidad penetre en el tiempo 😊! Es una dulce y profunda comunión con el Padre. Es estar lleno hasta rebosar. Es el Padre validando nuestra filiación vivencialmente, extendiéndola a aquellos que Dios nos dio, “aquellos a quienes el Hijo decide revelar”. Ver y oír al Padre, su corazón y su mente, y dejar que esto se derrame de nosotros hacia aquellos que Él nos ha dado.
4. La alegría de la revelación compartida, el gozo de bendecir a otros abriendo sus ojos para realidades celestiales. Esta no es sólo una alegría ungida individual, es compartida. Y al compartirse, se multiplica. ¡Una alegría multiplicada! Una alegría contagiosa. Una alegría que te envía hacia los demás. Una alegría que atrae a los demás. “Bienaventurados los ojos que ven lo que ves”. Ojos llenos de alegría. Ojos que lloran de alegría. Ojos que ven lo que muchos profetas y reyes quisieron ver y oír – lo que nosotros vemos y oímos – pero no pudieron. Una alegría que bendice, una alegría transmitida a los demás. No un gozo como el del “Mar Muerto” simplemente para ser recibido por mí, sino un gozo vivificante de aguas vivas que pasan a través de mí hacia los demás, bendiciendo a otros.
¡Ora para que nuestro retiro de Bogotá rebose con las cuatro alegrías! ¡Comenzando por ti 😊!
David Kornfield
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